Veía la tarde caer,
sus pupilas a maltraer,
miraba las olas morir
con su inconexo plañir.
La noche abrazó su pesar
al filo de su despertar,
su lágrima enjugó en la mar ,
labró su sueño sin sangrar.
Atrás ya quedó la tristeza
a la que ciñó con pereza,
llegó el canto con gentileza
y el río, sonrió con fineza.
Veronica ©
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